NOSOTROS LOS LLAMADOS ANIMALES


                                           Efraín Pérez Ballesteros

                   

                   ESCRITOR


















PRESENTACIÓN

   

   

   

Este nuevo libro de Efraín es, como el resto de su obra, de máxima originalidad. Tanto su pintura como su escritura tienen un estilo propio inconfundible. Creo que con la aparición de “Nosotros los llamados animales” se estrena un nuevo género literario, equidistante del antropoformismo tradicional y del zoomorfismo de los dibujos animados, sobre todo de Walt Disney, en que los humanos, se disfrazan de animales para divertir y emocionar a los humanos, bajo formas o apariencias de animales. El pato Donald, por ejemplo, nunca ha sido un pato. Se trata de un señor sumamente soltero y cascarrabias, transformado en pato por la magia de su autor, que nos entretiene con sus frases y sus berrinches por las fechorías constantes de sus sobrinos, que son unos “niños”, no unos ”patos”, muy mal educados.

En el libro de Efraín los animales son animales de verdad y cumplen a rajatabla el consejo clásico de Píndaro: “Sed quienes sois.” Los animales del libro de Efraín, apenas 22 entre millones de especies, son aquellos que han sido catalogados por el hombre como “animales irracionales”: los perros, los gatos, las mariposas, los patos, las ballenas, los pingüinos, etc… y todos ellos tienen sus voz propia y su “animalidad” propia. Digo “animalidad” por no decir “personalidad”, aunque reconozco que muchas veces los animales son como personas o mejor que las personas. Yo mismo, acostumbrado a hablar como si fuera un “pupur”, que es el pájaro diario de mi viñeta de opinión en los periódicos, he podido comprobar que mi perro “Torman” fue la “mejor persona que conocí en mi vida”.   Me refiero a un alsaciano de pura raza y “sin papeles” que me acompañó en mis mejores aventuras periodísticas internacionales. Hablo de corresponsalías fijas en el extranjero, no de reportajes circunstanciales, en los que un perro, más que una buena compañía, sería un estorbo evidente. En una palabra: lo de Efraín no son personas que opinan según las normas aristotélicas de la lógica humana.   Son puros animales que con palabras y razones humanas, nos expresan su auténtica y verdadera condición en este mundo.

Decía que este libro es pionero y marca género, porque no se trata de una nueva muestra del antropomorfismo tradicional que consistía en atribuir a la divinidad – y al hombre que es su imagen y semejanza – la figura o las cualidades del hombre.   Ni siquiera me atrevería a catalogar este espléndido ensayo junto a “La Gatomaquia” de Lope de Vega, ni junto al “Llibre de les bèsties” de Ramón Llull, ni tampoco junto a la “Rebelión en la Granja” de George Orwell, que son los tres mejores libros de animales que se han escrito hasta la fecha a lo largo de toda la historia.

Cierto es que la hormiga culona, uno de los personajes o, mejor dicho, “animalajes” más emocionantes de este libro, habla en colombiano como el autor o como García Márquez, pero en ningún momento deja de ser hormiga y de ser culona, con el correspondiente impacto emocional que le produce la palabra “culo”, tan española y tan castiza. Don Miguel de Cervantes, padre de la lengua en que aquí nos entendemos, no debió comer hormigas culonas, ni siquiera cuando regentó un burdel en Valladolid. Pero, cinco siglos después, se rinde a sus seis pies   cuando oye su frase genial: “No somos heroínas, aceptamos convertir nuestros culos en manjares.” Son deliciosamente saludables y bastante más eficaces que la Viagra en la mayoría de los casos.

Veintidós fascinantes capítulos en los que puede edificarse, incluso cuando se expresa el autor desde la mentalidad de una cucaracha, el corazón ecológico del ser humano.

Tras su lectura, este libro, amén de proporcionarnos un entretenimiento muy agradable, nos deja un clarísimo código moral de valor universal para todos los habitantes del planeta tierra, tanto racionales como irracionales.   Corrige y supera los siete mandamientos de Orwell, sobre todo en el simplismo político de su primer enunciado: “Todo lo que camine en dos piernas es un enemigo”, –puesto que Efraín no ha escrito una alegoría refiriéndose a la Revolución Rusa y a Stalin, sino un sencillo y monumental poema sobre la armonía de los animales y los hombres   antes, durante y después del diluvio universal.

Os aseguro que el cerdo de este libro, no habla como los dos cerdos principales de Orwell, los memorables Snowball y Napoleón, Efraín nos ofrece una revolución más honda, más definitiva. No hace falta insistir en lo bueno y original de este libro, con sus 70 ilustraciones y con sus 22 filósofos nadadores, voladores, andantes y reptantes, porque lo tenéis aquí, recién salido de imprenta, es decir recién salido del “horno” en el que se cuecen todas las quimeras de un artista que pinta y escribe; escribe y pinta, llamado Efraín, que significa “el fructífero.”

 

  Joan Plà pintor y escritor

                                                                                        

 

 

INTRODUCCIÓN  

 

NOSOTROS LOS LLAMADOS HUMANOS

 

El término “humano” adoptado por el hombre, no lo desclasifica de la definición dada por los biólogos, zoólogos y antropólogos, como: “única especie superviviente del orden de los primates, del género homo y origen africano”, así que somos una especie más de la fauna que puebla el planeta tierra; pero, por vanidad y religiosidad, tal vez, nos guste encontrar nuestro origen directo en el Creador de todo lo que existe en el universo, y quizá sea éste el verdadero, sin embargo, lo que sí es cierto, es que desde que se nos dijo que habíamos sido hechos a imagen y semejanza de Dios, nos creemos casi divinos y con suficientes derechos para administrar el mundo a nuestra manera, que, por cierto, no siempre es la correcta.

Y nuestra capacidad de razonar, de la cual nos sentimos orgullosos, nos mueve más hacia la destrucción que hacia la construcción y preservación de lo ya existente, hasta el punto de ser los únicos capaces de destruir toda huella de vida en el planeta, y lo estamos demostrando desde mediados del siglo XX, cuando nos convertimos en los mayores predadores de los eco-sistemas y cuyos frutos comenzamos a recolectar con el imparable calentamiento de la tierra.

Y para más, nuestra alma, elemento intangible que negamos a las otras especies, parece ser que se ha contaminado por nuestras incontroladas ambiciones, y una de ellas es la de comenzar a ejercer nuestro papel de dioses, cambiando el curso del mundo con la manipulación genética.

Son muchos los países que se han propuesto desvelar el secreto de los genes y juegan creando nuevas especies de animales, o animales transgénicos, mezclando genes de distintas especies.

Cuando llegan a nuestro conocimiento los experimentos que los científicos están haciendo en distintas partes del mundo, uno se queda atónito y son muchos los casos en que se manifiesta claramente el peligro de la manipulación genética de plantas y animales, lo que la ingeniería genética trata   de minimizar, para no frenar el alcance de sus experimentos, lo peor es que nadie se hará cargo de los trastornos de salud del consumidor y de la destrucción de la naturaleza. Además, ¿alguien nos ha preguntado si estamos de acuerdo con el cambio a pesar de los riesgos? A mí no, y a usted tampoco; creo que no existen elecciones universales, sólo hay nacionales y tampoco nos preguntan al respecto. Por otra parte, estamos acostumbrados a que nuestro voto da derecho al gobernante de hacer y deshacer, respaldado luego por grandes  empresas y multinacionales.

Aparte de la buena intención que los hombres pongan en sus experimentos para cruzar animales de diferente especie y de vitaminizar todos los alimentos, a muchos nos encantaría encontrar en los supermercados productos naturales.

Otra de la muestras de la ambición humana, son “las vacas locas”, a las que se les denomina así por sus movimientos espasmódicos en su fase terminal, son producto del hombre por querer convertir animales herbívoros en animales carnívoros.

Y estas harinas cárnicas, que se producen también en España, no solamente son destinadas a las vacas, sino a muchos otros animales como cerdos, aves, perros, gatos y pollos de navidad.

Preocupados los consumidores por no ser una víctima más de estas carnes manipuladas, piden en la carnicería carne ecológica, carne que no contenga harinas animales, piensos con restos de rumiantes, dopantes, etc., y no es fácil, pues sólo los animales que viven en las granjas tradicionales, sanos y felices, sin estar sometidos al hacinamiento, pueden producir carne de excelentes condiciones.

En fin, el tema para debatir será cada vez más extenso y casi incontrolable, pues ¿quién quiere ir en contra de la ciencia cuya base es la experimentación? y ya son muchos los países que como México y Estados Unidos, han dado luz verde para que se puedan utilizar productos genéticamente manipulados para el consumo humano y animal, y sin embargo, muchos estaremos de acuerdo en que habiendo entrando en la era de los “alimentos transgénicos”, que comenzó en 1994, y no pudiendo conocer enseguida sus efectos secundarios, se ejerza sobre ellos, desde el comienzo, un esmerado control, y se etiqueten estos productos, como “Advertencia: Alimento transgénico.”

Y en esto, al menos, deberíamos ser categóricos, pues la liberación de organismos modificados genéticamente al medio ambiente, tiene consecuencias imprevisibles, sean animales o plantas, pues se reproducen y se dispersan imposibilitando la vigilancia.

Pienso que estamos ya en un callejón sin salida, en una época de grandes pesadillas y creación de monstruos y de innombrables y desconocidas enfermedades, cuyo único responsable es el hombre, sin embargo, no por el dolor que se cause a los seres con que se experimenta, se detendrá la ingeniería genética y tal vez sea el precio que hay que pagar por llegar a la célula madre, a partir de la cual es posible que el hombre pueda controlar mejor la enfermedad y el sufrimiento, al tiempo que su vanidad se verá recompensada con las características de belleza que prefiera, incluyendo el color de su piel y de sus ojos, lo que resucita el soma descrito en “El mundo feliz”, de Haldous Huxley, y el pensamiento de Orwell quien tal vez hubiera hecho una severa crítica de nuestro comportamiento y hubiera agregado que todos los esfuerzos por una felicidad permanente son un fracaso.

Vayámonos acostumbrando a la nueva terminología derivada de la genética; transferencia embrional, agregación embrional, división de embriones, clonación, quimera, ingeniería genética, manipulación genética, naturaleza manipulada, genoma humano, genoma animal, animal transgénico, alimentos y productos transgénicos,   ADN, molécula de la herencia, genes virales, biotecnología, metabolismo celular, BGH, riesgo ecológico, equivalencia sustancial e inteligencia genética, entre muchos otros.

De lo escrito antes y que tiene relación directa con el contenido del libro “Nosotros los llamados animales”, yo diría que deberíamos considerar a los animales no sólo como medio de producción, sino como compañeros que nos proporcionan alimento, a cambio de un trato digno, y que el refrán: “no hagas a otro lo que no quieres que hagan contigo”, pueda ser aplicado, en lo posible, a los que consideramos irracionales, pero ¿hasta qué punto? Recordemos que los científicos después de estudiar el genoma del chimpancé y su lapso generacional, opinan que el chimpancé debe ser clasificado dentro de nuestro género.

 

Efraín Pérez Ballesteros

 

 

Hablar de Efraín Pérez Ballesteros es hablar de constancia, de búsqueda dentro del piélago de su enorme sensibilidad artística.

Su último libro titulado “Nosotros los llamados animales” es un grito de la naturaleza animal contra el atropello del hombre.

Los animales se confiesan a través de sus páginas. Es el alma sensible de Efraín quien escucha sus cuitas. Esos animales a los cuales hemos colocado en una tabla separada de la vida,  de nuestras vidas, como si fuesen seres vivos que viven anclados fuera de nuestra realidad, Efraín los trae a nuestra conciencia como hermanos que compartimos el mismo Planeta y por supuesto la misma Creación.

Los torturamos, los extinguimos sin percibir, debido a nuestra enorme ceguera, que todos los animales son parte nuestra, de nuestro cosmos, de nuestras propias vidas.

Cuando la tortuga de Galápagos cuenta que cuando Darwin llegó a su preciada isla tan sólo tenía cinco años y que en aquel entonces eran unas 250.000 tortugas y que hoy escasamente quedan 15.000…lo que nos relata la vieja tortuga es que la   mal llamada civilización humana las ha exterminado indiscriminadamente.

La tortuga de Galápagos con su narración diría que pone la llaga sobre la herida, nos lo insinúa: llega el sabio (llámese a este desarrollo) y el efecto producido es la devastación, la aniquilación sin miramientos de las Especies.

Es un libro que en su sencillez despierta conciencia sobre todo en estos momentos en que nos hemos alejado de la naturaleza.

Efraín narra como pinta: con humildad, con sencillez, con corazón, con ese profundo deseo que lo asiste de acercar la vida hasta nuestra propia piel.

Lo considero como un gran aporte para el equilibrio ecológico. Para enseñar a los niños que es preciso respetar los animales y que estos tienen su alma a la cual no hemos sabido entender ni interpretar.

E indudablemente, sobre todo, nos ha abierto una nueva puerta en la forma de narrar creando un estilo literario propio y muy cercano a todos.

 

Iván Palacio Acosta       (Periodista y pintor)